15 febrero, 2009

Articulo interesante de la Vanguardia digital

El debaye esta abierto srs, la crisis también llega a los escenarios.

Es que no tienen ni idea. Que les den por allí, que no se enteran", humean los blogs en torno a la posible no realización del festival Summercase, una de las citas de música indie más asentadas del panorama estival barcelonés. Este certamen se había convertido en los últimos años en una cita obligada para el aficionado barcelonés. Sobre todo, para el aficionado cercano a la onda indie que lo ha caracterizado desde sus inicios. A estas alturas de la temporada musical existe una profunda incertidumbre acerca de la continuidad del mentado festival. Las llamadas de atención proceden de multitud de focos: la rumorología que día a día aumenta imparable, al silencio de sus responsables ante la configuración de la nueva temporada. Fuentes municipales tampoco quieren ofrecer un parecer sobre la continuidad de Summercase, que se celebra en un espacio público como el Fòrum, al igual que Primavera Sound.


El Summercase - cuyos responsables, con José Cadahía a la cabeza, han evitado responder a la solicitud de este diario-es uno de los buques insignia de la ambiciosa estrategia mercantil que el grupo Sinnamon ha estado llevando a cabo en el último lustro. Sinnamon era una empresa ajena en su génesis al universo artístico, pero que de forma acelerada creó un pequeño emporio, a través de un conglomerado de salas de conciertos (Razzmatazz), de un sello discográfico de similar nombre y, finalmente, de una empresa organizadora de conciertos.



El pasado año, Barcelona vivió una temporada festivalera desenfrenada. Desde estas mismas páginas ya se sugirió que la desmesurada oferta podía dejar víctimas y que el dispendio para un aficionado podía llegar a ser enorme. A nadie le suena extraño que Barcelona sigue siendo uno de los grandes destinos de turismo musical, a la par que Eivissa y el sur de la isla de Creta, y en relación con estos otros destinos "nuestra oferta musical es insuperable", según un alto responsable municipal de la materia.



Diversas fuentes del sector consideran difícil que en la actual coyuntura Sinnamon mantenga la convocatoria de media docena de festivales en distintas zonas: Summercase, Wintercase, Creamfields, Weekend Dance, Ola festival, Daydream... Por ello, y alimentado por el mutismo, se sospecha que la promotora mantendrá en todo caso su buque insignia en Barcelona, el Summercase.



Este festival recibió en el 2008 un total 81.000 asistentes, según datos que dio la empresa al cerrar aquella edición, repartidos en dos días y en Barcelona y Madrid. Primavera Sound, tuvo 60.000 personas en su edición anterior y el Sónar, 81.552.



El panorama es bastante sombrío, de todos modos. No hay duda de que el Primavera Sound - que el miércoles presenta su cartel-va camino de erigirse en festival de atención para el aficionado local, o así lo sostiene Alberto Guijarro: "Trabajamos con el mismo presupuesto el pasado año, 3.1 millones de euros , y aspiramos a tener la misma asistencia, unas 60.000 personas. El año pasado, con todo, no nos fue muy bien, porque los patrocinadores comenzaron a fallarnos".



Similar tesis es la que sostiene Tito Ramoneda, responsable de la muy solvente empresa The Project, cuando asegura que la pasada edición del B-Estival "nos vino muy justito, no nos fue nada rentable. Hoy no sé si volveremos a hacer el festival. El tema es que los patrocinadores fallan, porque se dispersan en otros certámenes o ya pasan. El pasado año ya bajamos un diez por ciento".



Ricard Robles, miembro del triunvirato que con sabia mano de hierro dirige el festival Sónar, cuenta que "a pesar de las buenas cifras del pasado año (81.000) ya notamos un descenso en los ingresos en torno al quince por ciento, debido a que algunos patrocinadores no acabaron de mojarse". Así, pues, la cuestión de la pervivencia de estos festivales tiene más que ver con la fidelidad o desaparición de empresas patrocinadoras, que con la asistencia de aficionados, que parece bastante asegurada.



Disfrazado tras los eufemismos del reajuste y la reubicación estratégica, la empresa Sinnamon comenzó una cierta languidez hace un par de temporadas. La espantá barcelonesa de Movistar con su onerosa carpa supuso una primera llamada de atención; la filial de Telefónica no parece muy interesada en seguir financiando eventos culturales cuya rentabilidad es una incógnita. Bajo estos prismas, y con el silencio de la empresa promotora-discográfica, la solución pasaría por mantener el funcionamiento de las salas del grupo, la edición de discos y la celebración sólo del Summercase barcelonés. Por ahora es una hipótesis.

Font. La Vanguardia digital. Esteban Libanés. 14-2-09

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